El Imperio



El Imperio es el período de la historia de Roma que se inicia en 27 aC, cuando el Senado otorga a Octaviano el título de Imperator Caesar Augustus.

El nacimiento del Imperio es, en parte, consecuencia de la expansión territorial de Roma por toda la ribera del Mediterráneo.

El inmenso territorio sobre el que Roma extendió su influencia hizo que pronto las nuevas conquistas se convirtieran en zonas ingobernables para un Senado incapaz de tomar decisiones con rapidez.

Por otra parte, la dimensión de un ejército cada vez más numeroso reveló la importancia de poseer autoridad sobre las tropas para obtener réditos políticos. Así fue como surgieron personajes de gran ambición cuyo principal objetivo era obtener el poder, aún a costa de desafiar la autoridad del Senado.

Las bases del Imperio como sistema político se establecieron durante las guerras que siguieron a la muerte de Julio César. Tras la guerra civil que lo enfrentó a Pompeyo y al Senado, a quienes derrotó en Farsalia, César se había erigido en jefe absoluto de Roma y se había hecho nombrar Dictator perpetuus. Tal decisión no agradó a los miembros más conservadores del Senado, que conspiraron contra él y lo asesinaron los idus de marzo del año 44 aC.

Años más tarde, el joven Octaviano, hijo adoptivo de César, se convirtió de facto en el primer emperador de Roma tras derrotar en el campo de batalla, primero en Filipos a los asesinos de César, Bruto y Casio, y más tarde en Actium a su antiguo aliado Marco Antonio, que se había unido a la reina Cleopatra VII de Egipto en una ambiciosa alianza para conquistar Roma.

A su regreso triunfal de Egipto, convertido desde ese momento en provincia romana, la implantación del sistema político imperial se hizo imparable y, aunque mantuvo las formas republicanas, la realidad pronto lo convirtió en un sistema de carácter dinástico (Principado).

Investido del título de Imperator Caesar Augustus, Octaviano aseguró su poder con importantes reformas y una unidad política y cultural centrada en los países mediterráneos.




Mundo romano en tiempos de Augusto (31 aC - 14 dC)



Caius Iulius Caesar Augustus



Augusto fue el primer emperador de Roma. Nacido en 63 aC bajo el nombre de Cayo Octavio Turino, fue adoptado en testamento por su tío abuelo Julio César (adoptio in hereditate), por lo que desde la muerte de éste (44 aC) pasó a llamarse Cayo Julio César Octaviano (los adoptados pasaban a formar parte de la familia agnaticia del nuevo pater familias, pero era usual que conservaran sus nombres originales añadiendo el sufijo -anus: Octavianus). En 27 aC el Senado le concedió el cognomen de Augusto y pasó a ser llamado Cayo Julio César Augusto.

A causa de los varios nombres que ostentó, se suele identificar como Octavio durante el período 63-44 aC, Octaviano entre 44 y 27 aC y Augusto después de 27 aC.

El joven Octaviano se convirtió en heredero de Julio César en 44 aC. Un año después, conformó junto a Lépido y Marco Antonio una dictadura militar conocida como Segundo Triunvirato.

Como triunvir, Octaviano gobernó Roma y la mayor parte de sus provincias, haciéndose con el poder consular tras las muertes de los cónsules Aulo Hircio y Pansa y haciéndose reelegir a sí mismo todos los años. Tiempo después, el triunvirato se iría rompiendo ante las ambiciones de sus creadores: Lépido fue obligado a exiliarse y Marco Antonio terminó suicidándose tras su derrota en la batalla de Actium (31 aC).

Con la desaparición del Segundo Triunvirato, Octaviano restauró los principios de la República romana pero sólo en apariencia: se restituyó el poder al Senado, aunque en la práctica y de diferentes maneras Octaviano retendría un poder autocrático. Sólo después de varios años se llegó a consolidar la estructura por la cual una entidad republicana podría ser dirigida por un único gobernante; el resultado pasó a conocerse como el Principado.

El título imperial nunca se llegó a equiparar al de dictador; Octaviano rechazó formalmente dicho cargo. Por ley, Octaviano contaba con un conjunto de poderes perpetuos conferidos por el Senado, incluyendo los de tribuno de la plebe y de censor. Ocupó el consulado hasta 23 aC. Por otro lado, su poder real fue creciendo gracias a su poder económico y a los recursos obtenidos de sus conquistas, creando relaciones de clientela a lo largo de todo el Imperio, ganándose el respeto de la gente y la lealtad de muchos soldados y veteranos militares. El control de Augusto sobre la mayoría de las legiones supuso una amenaza armada que podía ser usada contra el Senado, permitiéndole de esta forma coaccionar las decisiones del mismo. Con este poder para eliminar la oposición senatorial mediante el uso de las armas, el Senado pasó a adoptar un perfil dócil hacia su estatus soberano. Su gobierno por medio del clientelismo, el poder militar y la acumulación de cargos, se convirtió en el modelo a seguir para los posteriores gobernantes.

El mandato de Augusto inició un período de paz que duró más de dos siglos (pax augusta) sólo alterado por las guerras fronterizas y por la guerra civil iniciada tras la muerte de Nerón, que finalizó en menos de un año con el nombramiento de Vespasiano (69 dC).

Augusto expandió el Imperio romano, asegurando sus fronteras mediante la subordinación a Roma de las regiones circundantes. Además, celebró un acuerdo de paz con el Imperio Parto, reformó el sistema tributario, desarrolló redes de caminos que contaban con un sistema oficial de mensajería, estableció un ejército permanente y creó la Guardia Pretoriana junto a fuerzas de seguridad, tanto para mantener el orden como para combatir los incendios en Roma. Gran parte de la ciudad se reconstruyó bajo su gobierno.

Tras su muerte en 14 dC, el Senado lo divinizó y fue adorado por el pueblo romano. A manera de legado, sus nombres Caesar y Augustus serían adoptados por todos los emperadores posteriores.


Octaviano se convierte en Augusto




Octaviano



Tras la batalla de Actium y la derrota de Marco Antonio y Cleopatra, Octaviano se hallaba en condiciones de gobernar la República por sí solo.

Sin embargo, para alcanzar este objetivo antes tendría que incrementar su poder formal, manipulando al Senado y al pueblo. Debía aparentar que apoyaba y respetaba las tradiciones republicanas de Roma y que su objetivo no era aspirar a una dictadura o una monarquía. En Roma, Octaviano y Agripa fueron elegidos cónsules por el Senado. A partir de entonces, los objetivos de Octaviano consistieron en devolver a Roma la estabilidad, la legalidad tradicional y el civismo.


27 aC


En 27 aC Octaviano restituyó oficialmente el poder al Senado, renunciando al control de las provincias romanas y de sus ejércitos. Sin embargo, en virtud de su consulado, el Senado contó con una jurisdicción limitada al tiempo de presentar proyectos de ley para su debate senatorial. Aunque Octaviano ya no dirigía las provincias y el ejército, retuvo la lealtad de los soldados en servicio activo así como de los veteranos. Las trayectorias de muchos clientes y seguidores dependía de su patrocinio, puesto que el poder financiero de Octaviano en Roma no tenía rival alguno.

Tiempo después el Senado le propuso que asumiera una vez más el control de las provincias. La propuesta senatorial suponía la ratificación del poder extraconstitucional de Octaviano. A través del Senado, era capaz de mantener la apariencia de la antigua constitución republicana. Aceptó, reacio en apariencia, una responsabilidad de diez años de duración sobre la supervisión de determinadas provincias cuyo estado en aquel momento se consideraba caótico. Las provincias que le fueron cedidas, y que él debería pacificar en el periodo de diez años, abarcaban la mayor parte del mundo romano conquistado, incluyendo Hispania, Galia, Siria, Cilicia, Chipre y Egipto. Además, el dominio de esas provincias daba a Octaviano el control de la mayor parte de las legiones romanas.

Mientras ostentaba el cargo de cónsul en Roma, Octaviano envió senadores a las provincias de su dominio a manera de representantes, con la finalidad de gestionar los asuntos de cada una de ellas y asegurarse de que sus órdenes fueran respetadas. Por su parte, las provincias que no eran controladas por Octaviano eran supervisadas por gobernadores elegidos por el Senado. Octaviano se convirtió en la figura política más poderosa de Roma y de la mayoría de sus provincias, aunque no contaba con el único monopolio del poder político y militar: el Senado todavía controlaba la región norte de África, un productor importante de grano del imperio, así como Iliria y Macedonia, dos regiones militarmente estratégicas con varias legiones acantonadas en su territorio. No obstante, el mando de tan sólo cinco o seis legiones distribuidas entre tres procónsules senatoriales, comparado con las veinte legiones dirigidas directamente por él, implicaba que el control de aquellas zonas por parte del Senado no le suponía ningún tipo de amenaza política o militar. Por otro lado, el control del Senado sobre algunas de las provincias romanas ayudaba a mantener una fachada republicana para el Principado autocrático, mientras que el control de Octaviano de provincias enteras, en las cuales sus objetivos consistían en asegurar la paz y crear un ambiente de estabilidad, partía de los precedentes de la era republicana, en la cual prominentes romanos como Cneo Pompeyo Magno habían obtenido poderes militares equiparables en tiempos de crisis e inestabilidad.

En enero de 27 aC, el Senado otorgó a Octaviano, de manera inédita, los recién creados títulos de Augustus y Princeps. El primero era un título más religioso que político que serviría para desmarcar su gobierno benigno como Augusto de su mando de terror como Octaviano. De igual forma, el título le favorecía más que el de Romulus, que previamente él había concebido, algo que hubiera simbolizado una segunda fundación de Roma. Por otra parte, Princeps, del latín primum caput, estaba vinculado originalmente al senador más viejo o notable, cuyo nombre aparecía en primer lugar en la lista senatorial principal; Princeps también se usó durante la República como un título concedido a todos aquellos que habían servido bien al estado; el mismo Cneo Pompeyo había ostentado el título. Augusto también se proclamó Imperator Caesar divi filius. Con este título no solamente se jactaba de su parentesco con el divino Julio César, sino que el uso de Imperator establecía un vínculo permanente con la tradición romana de la victoria. El término Caesar sólo era un cognomen para una rama de la familia Julia, aunque ciertamente Augusto trasladó su significado a una nueva línea familiar que habría de comenzar con él.




Augusto



23 aC




En 23 aC se produjo una crisis política que involucraba al colega consular de Augusto, Aulo Terencio Varrón Murena, que formó parte de una conspiración urdida contra él. Los detalles de la confabulación se desconocen, pero de hecho Murena no cumplió el mandato completo como cónsul y Calpurnio Pisón fue elegido para reemplazarlo (suffectus). Pisón era un miembro bien conocido de la facción republicana, y el hecho de que sirviera como colega consular de Augusto era otro movimiento político para que este último pudiera evidenciar su voluntad para realizar concesiones, así como para cooperar con todos los partidos políticos.


A finales de primaveral de ese año, Augusto sufrió una severa enfermedad y, en su supuesto lecho de muerte, cerró acuerdos que disiparían las sospechas de los senadores acerca de su sentimiento contrario a la república. Augusto se preparó para traspasar su anillo de sello al general Agripa. Sin embargo, entregó a su compañero consular Pisón todos los documentos oficiales, una cuenta de finanzas públicas y la autoridad sobre las tropas acuarteladas en las provincias, por lo que el supuestamente favorecido sobrino de Augusto, Marco Claudio Marcelo, se quedaba sin herencia alguna.


Esto fue una sorpresa para muchos, que creían que Augusto nombraría un heredero debido a su posición como un emperador no oficial.

Augusto otorgó solamente propiedades y posesiones a sus herederos designados, ya que un sistema de herencia imperial institucionalizado habría provocado resistencia y hostilidad entre los republicanos, temerosos del concepto monárquico.

Poco después de recuperarse de su enfermedad, Augusto renunció a su nombramiento anual como cónsul. En el futuro, Augusto sólo volvería a ocupar el consulado en dos ocasiones, en los años 5 y 2 aC. Pero aunque renunció al consulado, Augusto retuvo su imperium mediante un nuevo acuerdo con el Senado que que se conoce con el nombre de Segundo pacto.

Se trataba de una hábil estratagema política planeada por Augusto: al no ocupar él mismo uno de los dos cargos de cónsul, los senadores tendrían el doble de posibilidades para ocupar esa posición, mientras que al mismo tiempo Augusto podía hacer un ejercicio de patronazgo más amplio entre la clase senatorial. Augusto ya no desempeñaba un cargo oficial desde el que gobernar el Estado, pero su posición dominante sobre las provincias romanas prevaleció al convertirse en procónsul. Por otro lado, como cónsul, Augusto tenía poder para intervenir en los asuntos de los procónsules provinciales designados por el Senado, pero al pasar a ocupar el cargo de procónsul no quiso perder la autoridad sobre los gobernadores provinciales, así que el Senado le concedió poder sobre todos los procónsules invistiéndole del llamado imperium proconsulare maius.

Augusto adquirió también los poderes de los tribunos de la plebe con carácter vitalicio (tribunitia potestas) aunque no recibiera oficialmente el cargo. Legalmente, el cargo de tribuno de la plebe se hallaba vedado a los patricios, condición que él había adquirido al ser adoptado por Julio César. El poder conferido le permitía convocar al Senado y al pueblo para presentar proposiciones de ley, vetar las acciones tanto de la Asamblea como del Senado, presidir las elecciones y le daba el derecho a ser el primero en el uso de la palabra en cualquier reunión. Incluidos también en la autoridad tribunicia de Augusto estaban los poderes reservados usualmente al censor (supervisar la moral pública, examinar las leyes para asegurarse de que eran de interés público, realizar el censo y determinar la capacidad para formar parte del Senado). Con los poderes de un censor, Augusto hizo un llamamiento a las virtudes del patriotismo romano mediante la prohibición de todas las demás vestimentas que no fueran la clásica toga al momento de acceder al Foro.

Ciertamente, no existía precedente alguno en el sistema romano en el que se hubieran combinado los poderes de tribuno y los de censor en una sola persona. El cargo de tribuno de la plebe comenzó a perder prestigio debido a la acumulación de los poderes tribunicios en la persona de Augusto, por lo que éste decidió restituir su importancia al exigirlo como un cargo obligatorio para cualquier plebeyo que se postulara para ser nombrado pretor.

Además de la tribunitia potestas, Augusto obtuvo el imperium exclusivo sobre Roma: todas las fuerzas armadas en la ciudad, anteriormente bajo el control de los prefectos y los cónsules, estaban ahora bajo el mando único de Augusto.

Con el imperium proconsulare maius, Augusto era el único capaz de recibir un triunfo romano, pues era el general al mando de todas las legiones romanas. En 19 aC, Lucio Cornelio Balbo el Menor, gobernador de África, se convirtió en el primer hombre de origen provincial en recibir este reconocimiento y en el último. Para cada posterior victoria romana, el crédito era solamente de Augusto, debido al hecho de que los ejércitos romanos eran comandados por los legados, quienes eran a su vez los mandatarios del Princeps en las provincias. El hijo mayor de Augusto y Livia, Tiberio, fue la única excepción a esta regla, al habérsele otorgado un triunfo por las victorias en Germania Magna (7 aC). Para garantizar que su imperium proconsulare maius fuera renovado en 13 aC, Augusto permaneció en Roma durante el proceso y proporcionó generosas donaciones a los veteranos para obtener su apoyo.

Sin embargo, parece que gran parte de las sutilezas políticas del segundo acuerdo no llegaron a ser comprendidas por la clase plebeya. Después de que Augusto no se presentase a las elecciones como cónsul en 22 aC, surgieron los temores de que Augusto estuviera siendo expulsado del poder por el Senado aristocrático. En 22, 21 y 19 aC, se produjeron revueltas populares en respuesta y el pueblo solamente permitió que un único cónsul fuera elegido para cada uno de esos años, con el fin evidente de dejar abierto el cargo para que lo ocupara Augusto.

En 22 aC, Roma sufrió una escasez de alimentos que provocó el pánico entre la gente. Augusto fue requerido para que asumiera poderes dictatoriales y para que con ellos adoptara medidas con que superar la crisis. Tras una exhibición teatral de rechazo ante el Senado, Augusto aceptó el control sobre el suministro de grano a la ciudad y terminó de manera casi inmediata con la crisis alimenticia.

En 19 aC, el Senado autorizó que Augusto vistiera la insignia de cónsul ante el público y el Senado, y le permitió ocupar la silla simbólica situada entre los dos cónsules y sostener las fasces, que eran un emblema de autoridad consular.

Al igual que su autoridad como tribuno de la plebe, la concesión de poderes consulares fue un ejemplo más de acumulación de prerrogativas propias de un cargo que no ostentaba oficialmente.

Esto pareció tranquilizar a la población: independientemente de si Augusto era cónsul o no, lo importante era que lo pareciese ante la gente.

El 6 de marzo de 12 aC, tras la muerte de Lépido, Augusto asumió adicionalmente la posición de pontifex maximus, el cargo sacerdotal de rango más alto dentro del colegio de los Pontífices y el más importante en la religión romana. Tiempo después, el 5 de febrero de 2 aC, Augusto obtuvo el título de pater patriae.

Los emperadores posteriores se verían generalmente limitados a los poderes y títulos concedidos originalmente a Augusto, aunque a menudo, para mostrar humildad, los emperadores recién nombrados normalmente declinaban uno o más de los títulos honoríficos que les eran ofrecidos.

Con la misma frecuencia, mientras su mandato avanzaba, los emperadores se apropiarían de todos los títulos, independientemente de si éstos les eran otorgados o no por el Senado. La corona cívica, así como la insignia consular y el tejido color púrpura que portaba un general triunfante (toga picta) pasaron a convertirse en insignias imperiales hasta bien entrada la era bizantina.



Muerte y sucesión


La enfermedad de Augusto en 23 aC puso en evidencia los problemas en torno a su sucesión. Con el propósito de garantizar la estabilidad, Augusto necesitaba designar un heredero sin que ello supusiera despertar los temores senatoriales contra la figura de la monarquía.

Los pronósticos apuntaban a su sobrino, Marco Claudio Marcelo, que además se había casado con su hija Julia la Mayor.

Con todo, el testamento de Augusto, leído en voz alta en el Senado mientras éste se hallaba gravemente enfermo en 23 aC, mostraba su preferencia por Marco Agripa, que en ese momento era su segundo al mando y puede que también el único de sus más allegados que podría haberse hecho cargo de las legiones y mantenido el Imperio unido.

Tras la muerte de Marcelo en 23 aC, Augusto hizo que su hija se casara con Agripa, con quien tuvo tres hijos y dos hijas: Cayo César, Lucio César, Julia la Menor, Agripina la Mayor y Agripa Póstumo, este último llamado así porque nació después de que falleciera su padre.

La intención de Augusto de convertir a Cayo y Lucio César en sus herederos se hizo evidente cuando los adoptó legalmente como hijos propios. En 5 y 2 aC volvió a ocupar el consulado para así personalmente acomodarlos en sus carreras políticas, resultando ambos nominados para los consulados de 1 y 4 dC.

Augusto mostró también preferencia por sus sobrinos, los hijos de Livia de su primer matrimonio, Druso el Mayor y Tiberio, concediéndoles mandos militares y puestos públicos.

Sin embargo, el matrimonio de Druso con Antonia, sobrina de Augusto, fue una relación que se hallaba tan incrustada en el seno de la familia que llegaría a perturbar las cuestiones sucesorias.

Tras la muerte de Agripa en 12 aC, Tiberio fue obligado a divorciarse de su esposa Vipsania para casarse con Julia, la hija de Augusto y viuda de Agripa. Mientras el matrimonio de Druso con Antonia fue considerado como una relación inquebrantable, Vipsania era solamente la hija del fallecido Agripa, producto de su primer matrimonio.

Tras las muertes tempranas de Lucio y Cayo en 2 y 4 dC, respectivamente, Tiberio fue convocado a Roma en junio de 4 dC, donde Augusto lo adoptó con la condición de que él, por su parte, adoptara a su sobrino Julio César Germánico.

Ese año, Tiberio obtuvo también los poderes de tribuno y de procónsul y en 13 dC recibió, junto con su segundo triunfo, un nivel de imperium equiparable al que tenía Augusto.

Tras el fallecimiento repentino de su hermano Druso (9 aC), el único posible aspirante a heredero era Póstumo Agripa, que había sido exiliado por Augusto.

El 19 de agosto de 14 dC Augusto murió mientras visitaba el lugar de la muerte de su padre en Nola. Sus últimas palabras parece que fueron acta est fabula, plaudite (la comedia ha terminado, ¡Aplaudid!).

El testamento confirmó que Tiberio sería su heredero.



El legado de Augusto




Ara pacis



El gobierno de Augusto sirvió para cimentar el Imperio romano, un régimen que duraría cientos de años. Tanto su nomen adoptivo (Caesar), como su título (Augustus), se convirtieron en títulos ostentados por quienes gobernaron el imperio durante cuatro siglos. Poco tiempo después de morir, Augusto fue deificado (consecratio). El culto al Divus Augustus continuó hasta que Teodosio I (siglo IV) atribuyó al cristianismo la condición de religión oficial del Imperio romano.

Muchos consideran a Augusto el emperador más grande de Roma.

Su longevidad fue un factor clave de su éxito y sus políticas iniciaron un período de paz (pax augusta) durante el cual la ciudad de Roma se transformó completamente.


Reformas estructurales:
  • se crearon las primeras fuerzas policiales y de bomberos bajo el mando del praefectus vigilum,
  • se nombró un prefecto municipal,
  • se creó un ejército profesional compuesto por 28 legiones con unos 170.000 soldados.
  • se creó la Guardia Pretoriana (27 aC). La Guardia Pretoriana era un cuerpo militar de élite que se encargaba de las funciones de escolta y protección de los emperadores romanos. Los soldados de las cohortes pretorianas recibían doble paga y gozaban de numerosos privilegios. Cuando después de 16 años de servicio abandonaban la cohorte, cada miembro recibía 20.000 sestercios. Después de Augusto, la Guardia Pretoriana tuvo poder suficiente para intimidar al Senado y para deponer y elegir emperadores.
  • se nombró un aerarium militare (6 dC).
  • con la mejora y ampliación de la red de carreteras se creó un sistema oficial de correos gestionado por un praefectus vehiculorum y se facilitó al ejército romano de una movilidad sin precedentes.
  • se creó un praefectus annonae (8 dC), encargado de los suministros de alimentos para Roma.

Aunque llegó a ser la persona más poderosa del recién creado Imperio romano, Augusto quiso representar el espíritu de la virtud y las leyes de la República y guardar una cierta conexión con la plebe y los ciudadanos desfavorecidos. Para ello hizo gala de una gran generosidad a la vez que ofrecía una imagen de persona poco dada a los lujos y los excesos. En el año 29 aC, Augusto pagó 400 sestercios a un total de 250.000 ciudadanos, 1.000 sestercios a cada uno de los 120.000 veteranos de las colonias y dedicó 700 millones de sestercios a la compra de tierras para que sus veteranos pudieran establecerse.


Reformas económicas: Augusto hizo que una gran parte del Imperio romano pasase a estar bajo control de Roma. La reforma estableció impuestos directos cuya recaudación se determinaba por el censo de población, con cuotas fijas para cada provincia en función del número de habitantes. Ello incrementó enormemente la cifra neta de ingresos que Roma percibía de sus nuevos territorios, al tiempo que estabilizaba el flujo, regularizaba la relación financiera entre Roma y las provincias y evitaba provocar resentimientos continuos ante cada nueva exacción de tributos.

Los cives también pagaban: impuestos directos (5% sobre las herencias cuyo valor fuese superior a 100.000 sestercios cuando el parentesco entre el causante y los herederos no fuese de primer grado) e impuestos indirectos (4% sobre el precio de los esclavos y un 1% sobre los bienes vendidos en subasta).

También tuvo gran importancia la abolición del sistema privado de recaudación de impuestos, que sería reemplazado por otro de carácter público a cargo de recaudadores de perfil funcionarial.

En la era republicana el sistema habitual había sido el de los publicanos, contratistas privados que habían llegado a tener suficiente poder como para influir en la política de Roma. Los publicanos habían ganado muy mala fama y una gran fortuna personal gracias a la adjudicación de los derechos de recaudación de impuestos en áreas locales. Roma, a través del sistema de subasta, otorgaba el derecho de recaudación de impuestos a la persona que más ingresos ofreciese al estado, y el beneficio del publicano se basaba en todas aquellas cantidades que fuese capaz de recaudar por encima de la cifra ofertada, contando para ello con la bendición de la metrópolis. La falta de una supervisión efectiva, combinada con el deseo de los publicanos de maximizar sus beneficios, supuso la creación de un sistema de exacciones arbitrarias que a menudo era muy cruel con los contribuyentes. Era un sistema ampliamente percibido como injusto y muy dañino para la economía.

Además, la conquista de Egipto supuso una nueva fuente de ingresos para financiar las operaciones del Imperio. Políticamente la región nunca fue considerada provincia del Imperio sino propiedad privada de Augusto, lo que la convirtió en parte del patrimonio de los futuros emperadores.

En lugar de enviar a un legado o un procónsul, Augusto colocó como administrador de Egipto a un prefecto de la clase ecuestre con la misión de mantener sus lucrativos puertos. Este puesto se convirtió en el mayor logro político que podía alcanzar un miembro del ordo equester, junto con el de Prefecto del Pretorio. Tierra de gran productividad, Egipto aportó enormes recursos a Augusto y a sus sucesores, con los que pudieron financiar juegos y celebraciones populares (panem et circenses), obras públicas y expediciones militares.


Proyectos arquitectónicos: Augusto dejó una impronta monumental en el centro de la ciudad y en el Campo de Marte, ya fuera por construcciones realizadas por él o por haberlas alentado o financiado.

        1. Ara Pacis, cuyos relieves ofrecían el relato visual de los triunfos de Augusto recogidos en el Res Gestae;
        2. Templo de César;
        3. Baños de Agripa;
        4. Foro de Augusto, en el que se encontraba el Templo de Mars Ultor;
        5. Teatro de Balbo;
        6. Panteón de Agripa;
        7. Pórtico de Octavia;
        8. Teatro de Marcelo;
        9. Mausoleo de Augusto, que fue construido tras su muerte para albergar a los miembros de su familia.
        10. Arco de Augusto, para conmemorar su victoria en la batalla de Actium.
Todo ello sin contar los muchos edificios construidos fuera de Roma que llevan el nombre y su legado (teatros de Emerita Augusta y de Cartago Nova).

A Augusto se le otorgó también el derecho de colgar la corona cívica sobre su puerta (usualmente se colocaba sobre la cabeza de un general romano durante un triunfo, mientras que el asistente que mantenía la corona sobre su cabeza le repetía continuamente la frase memento mori: recuerda que eres mortal).



Decadencia y división del imperio



Durante la etapa imperial los dominios de Roma siguieron aumentando hasta llegar a su máxima dimensión durante el gobierno de Trajano, cuando el Imperio se extendía de este a oeste y de norte a sur desde el océano Atlántico hasta las orillas del mar Caspio, del mar Rojo y del Golfo Pérsico, y desde el desierto del Sahara hasta las tierras situadas a orillas del Rin y el Danubio y la frontera con Caledonia. Su superficie máxima estimada sería de unos 6,5 millones de km2.

El territorio se dividió en provincias, que serían gobernadas directamente por procónsules y propretores.

La unidad política y cultural mantendría su vigencia hasta la llegada de Diocleciano, quien, por primera vez, dividió el Imperio para facilitar su gestión. El Imperio se volvió a unir y a separar en diversas ocasiones siguiendo el ritmo de guerras civiles, usurpadores y repartos entre herederos al trono hasta que, a la muerte de Teodosio I el Grande en el año 395, quedó definitivamente dividido en Imperio de Oriente y de Occidente.

Cuando en 476 Odoacro depuso a Rómulo Augusto, el Senado envió las insignias imperiales a Constantinopla, la capital de Oriente, formalizando así la capitulación del Imperio de Occidente.

El Imperio oriental proseguiría varios siglos más bajo el nombre de Imperio bizantino, hasta que en 1453 Constantinopla cayó bajo el poder otomano.

El colapso del Imperio romano de Occidente puso fin a la Edad Antigua y, simultáneamente, abrió el paso a la Edad Media o período medieval.




Panteón de Agripa